Remedios Varo, catalana de Girona auto-exiliada a México, es una de mis pintoras favoritas. No sólo su pintura, sino también su vida. La primera vez que escuché hablar de ella fue en la Universidad, en la asignatura Historia del Arte donde tuve la suerte de tener de profesora a una de las mujeres más inteligentes y apasionadas que he conocido. Carmen Gloria Muñoz. Fue allí donde se consolidó, con argumentos, teoría e historia, mi profundo amor por las artes. De repente, todo tuvo sentido.
En esa época (1997!), no existía internet como la conocemos hoy. Hace apenas un año que existía hotmail y estudiábamos con libros, enciclopedias, etc. No existía google ni otro buscador. Por lo tanto cuando se nos presentó el desafío de trabajar sobre la obra de Varo, muy desconocida, para luego exponerla, lo tomamos como un grupo de exploradores acepta ir en la búsqueda de un gran tesoro. Cuento corto, recorrimos embajadas, consulados, centros culturales, españoles y mexicanos en Santiago de Chile. Encontramos poca cosa, pero suficiente para presentarla a nuestros compañeros. Sabíamos de su amor por los gatos y lo confirmamos en su pintura. Y así miles de detalles, símbolos y mensajes comenzaron a brotar. Bella obra y bella artista. Surrealismo puro y duro.
Unos años más tarde, el 2000, tuve la suerte de recorrer México, mochila al hombro, con un grupo de amigas del colegio. Desde el primer minuto que mis pies tocaron el DF comenzó mi obsesión de encontrar algo de ella. Como un loro pregunté en cada librería y museo, hasta llegar a San Cristobal de las Casas donde por fin encontré algo: Viajes Inesperados
En esa época (1997!), no existía internet como la conocemos hoy. Hace apenas un año que existía hotmail y estudiábamos con libros, enciclopedias, etc. No existía google ni otro buscador. Por lo tanto cuando se nos presentó el desafío de trabajar sobre la obra de Varo, muy desconocida, para luego exponerla, lo tomamos como un grupo de exploradores acepta ir en la búsqueda de un gran tesoro. Cuento corto, recorrimos embajadas, consulados, centros culturales, españoles y mexicanos en Santiago de Chile. Encontramos poca cosa, pero suficiente para presentarla a nuestros compañeros. Sabíamos de su amor por los gatos y lo confirmamos en su pintura. Y así miles de detalles, símbolos y mensajes comenzaron a brotar. Bella obra y bella artista. Surrealismo puro y duro.
Unos años más tarde, el 2000, tuve la suerte de recorrer México, mochila al hombro, con un grupo de amigas del colegio. Desde el primer minuto que mis pies tocaron el DF comenzó mi obsesión de encontrar algo de ella. Como un loro pregunté en cada librería y museo, hasta llegar a San Cristobal de las Casas donde por fin encontré algo: Viajes Inesperados
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